Termas orientales

Las termas romanas de la Salud, también conocidas como termas orientales, son las terceras documentadas en la ciudad junto a las existentes junto al Foro y el balneum ubicado en la ermita de las Vírgenes que fue patrocinado por el ciudadano Marco Calpurnio, según se desprende de una inscripción conservada en el Museo Histórico baenense que así lo atestigua.

Construidas en la primera mitad del siglo I, fueron reformadas más tarde  durante época flavia y permanecieron activas hasta su abandono definitivo en el siglo II d.C.

Con una superficie de 220 metros cuadrados, constan de una sala fría (frigidarium), sala templada (tepidarium) y sala caliente (caldarium), que hacía también las veces de vestuario (apodyterium), una amplia estancia donde se han conservado las paredes originales de más de tres metros de altura y los huecos de las taquillas donde los usuarios depositaban sus prendas de vestir. 

Son destacables el altar dedicado a la diosa de la Salud, la piscina de agua caliente (alveus) y una fuente de agua fría para aguantar las altas temperaturas (labrum). Asimismo, se ha conservado el hipocausto con parte del pavimento original de motivos geométricos en mármol de varios colores.

El agua era suministrada desde un pozo de gran profundidas profundidad que se halla en uno de los ángulos del edificio de cuyo interior se extrajo una delicada jarrita de bronce en forma de cabeza femenina que debió tener un fin cultual. ​

La sala fría cuenta con un pavimento de opus tessellatum, de grandes teselas blancas, y con su piscina muy bien conservada, enlucida de opus signinum.

La sala tiene varias puertas hacia el norte, una que comunicaba con el área de servicios y otra que da a un pequeño espacio que debe ser el vestíbulo, con otra puerta hacia la calle y cuya fachada estaba realzada con varias pilastras de piedra caliza.

Además, otra puerta que conserva su dintel in situ daba acceso al tepidarium desde la zona de servicios. Hacia el sur estarían las letrinas pero peor conservadas. Y continuamos con el pozo descubierto en la zona donde apareció el altar dedicado a la diosa Salud.

 

Taquillas y sistema hypocaustum de las termas.

Jarrita ritual hallada en las termas orientales.

Las termas romanas

Las termas eran baños públicos de la antigua civilización romana. El diseño de estos espacios fue argumentado por Vitruvio en su obra De architectura. Se distribuían en varias salas con distintas temperaturas que iban desde piscinas con agua fría (frigidarium), pasando por otras estancias templadas (tepydarium) y completándose con las calientes (caldarium). El edificio contaría también con una zona de servicio donde se situarían los hornos y, generalmente, otros espacios como la palestra, que podía ser al aire libre y servía para realizar de grandes dimensiones, ya que cuando eran menores se denominaban balneae.

La mayoría de las ciudades de la Antigua Roma albergaban una o varias termas públicas, cuyo uso no era únicamente la higiene, sino que también eran consideradas lugares de reunión y de actividades gimnásticas y lúdicas. El agua era suministrada desde algún río o arroyo cercano y con acueductos en las grandes ciudades, posteriormente se calentaba en una hoguera y era trasladada hasta el caldarium, donde la temperatura del agua era alta. 

 Las termas públicas romanas respondían a una función social y política. Fueron lugares ideales para la conversación relajada, el recreo y la relación social, con todo lo que ello significaba. Se cuidaba el ambiente con una delicada decoración en donde no se escatimaban medios, llenando las estancias de maravillosos frescos, mosaicos y estatuas.

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Recreación de las termas orientales

La monumentalidad e importancia de las termas orientales, también conocidas como de la Salud, por la dedicatoria del ara descubierta en su interior, queda de manifiesto tanto en los restos del propio edificio como en la recreación vritual que nos permite conocerlo en su época de mayor esplendor.