Se trata de una construcción muy pequeña que se levantó sobre un importante edificio de época romana. En 1644 el caballero veinticuatro de Córdoba Andrés de Morales y Padilla visitó el sitio de Castro el Viejo (Torreparedones) y describió la ermita de las vírgenes Nunilo y Alodia con su retablo en el que aparecían pintadas “junto a Nuestra Señora” y sobre ellas la escena de su martirio tal y como lo describió Eulogio de Córdoba en su Memorial de los Santos. Estas dos jóvenes hermanas, fruto de un matrimonio mixto donde el padre era musulmán, pertenecían al grupo de mártires mozárabes del siglo IX que murieron defendiendo su fe ya que siguieron la religión cristiana que profesaba su madre. Al contravenir las leyes musulmanas fueron sentenciadas por el emir cordobés Abderramán II y decapitadas el 22 de octubre del 851.
El templo cristiano se alzó sobre los restos de unas termas romanas conocidas como balneum calpurnianum y aunque se desconoce la fecha exacta de su construcción sí que la excavación arqueológica pudo documentar que al menos existía desde el siglo XVI. El terremoto de Lisboa de 1755 le debió ocasionar grandes daños ya que unos lustros más tardes, en 1772, el escritor Bartolomé Sánchez de Feria ya la describía en ruinas.
Aunque la hipótesis de que fuese en este lugar donde sufrieron martirio las dos santas no está del todo constatada, sí que pudiera haber ocurrido y por ese motivo edificarse la ermita que, junto a los bastiones más destacados del castillo, hizo que en Baena fuese siempre conocido este lugar como Torres de las Vírgenes.
Acceso a la antigua ermita de las Vírgenes.
Vista exterior de la ermita.
Tras la invasión musulmana de la península ibérica en el año 711 los cristianos de las zonas conquistadas se convirtieron en dhimmis o protegidos, término que englobaba a judíos y cristianos, los cuales, de acuerdo con el Corán, eran considerados «gente del Libro» por basar su fe en la Torá o en la Biblia entera, escritos considerados igualmente sagrados por el Islam, lo que significaba que merecían protección y respeto por parte de los musulmanes, a diferencia de los paganos. Los dhimmis estaban sujetos a una serie de leyes que les obligaban a pagar un impuesto especial, la yizia, y se les permitía practicar su fe siempre que no hicieran apología o dañaran al islam en modo alguno. De este modo los insultos a la fe islámica se consideraban blasfemias y estaban penados con la muerte. También se consideraba (y se sigue considerando) blasfemia la apostasía de la fe islámica. Esto incluía a los hijos de matrimonios mixtos que según la ley islámica se consideran automáticamente musulmanes.
Emplazada a media ladera del cerro donde se asienta la antigua ciudad, las ruinas de este pequeño edificio son un claro ejemplo de aprovechamiento de otro anterior de época romana, un balneum, sobre el que se edificó el lugar de culto cristiano.