El castillo de Baena

Testigo de un pasado guerrero

El castillo de Baena fue un temido bastión fronterizo con el reino nazarí de Granada

Los avatares históricos de la población van unidos a los de su castillo medieval

Aunque los restaurados muros del castillo de la localidad apenas si recuerden hoy su pasada grandeza, su planta de más de 6.000 m2, los reconstruidos volúmenes de sus torres y las que aún se mantienen en pie desafiando el paso de los siglos nos delatan que fue una de las fortalezas más importantes de Andalucía.

Cuna y prisión de célebres personajes y guardián fronterizo de las tierras cordobesas

Construido hacia finales del siglo IX en la cúspide del cerro en el que se asienta la Baena antigua, su origen habría que buscarlo en la rebelión muladí de Umar ibn Hafsun, que desde la serranía de Ronda instigó al emirato de Córdoba, llegando incluso sus incursiones a zonas muy próximas a la capital de los Omeyas. En este escenario de luchas, los habitantes de la primitiva Bayyena, ubicada muy cerca de la actual población, fueron obligados a trasladarse a una elevación contigua de rápidas vertientes y mejor defensa, donde se edificó una gran alcazaba sede del poder político y militar de la Cora o provincia musulmana que a inicios del Califato tendría su capital en Baena.

De esta época no se aprecian vestigios de ningún tipo, siendo ya de la etapa almohade (siglo XII) los restos de algunas torres de tapial que tras la conquista cristiana fueron revestidas de mampostería, así como una entrada en recodo descubierta durante los trabajos de restauración de la fortaleza. 

A partir del siglo XV y, sobre todo, tras el fin de la Guerra de Granada, el castillo de Baena abandonó por completo su carácter militar y un conjunto de nuevas e importantes reformas convirtieron su interior en una suntuosa residencia para los señores de la Villa. Descripciones de la época y algunas muestras de azulejos de arista conservados en el  madrileño Instituto de Valencia de don Juan nos dan una idea de la magnificencia que llegó a tener como palacio durante los siglos XVI y XVII. Sin embargo, las siguientes centurias fueron borrando progresivamente aquel pasado esplendor y ya a finales del 1800 muchas de sus estancias se encontraban en ruinas. Comenzaba una etapa en la que parecía olvidarse que entre sus muros se alojaron la reina Isabel la Católica, el cardenal Cisneros, el condestable don Álvaro de Luna y los más destacados miembros de los Fernández de Cordova; algunos, como el Gran Capitán, preso en una de sus torres por las desavenencias nobiliarias entres la Casa de Aguilar y la de Cabra. En esos momentos, un sistemático expolio que continuó hasta las primeras décadas del siglo XX, arrasó por completo gran parte de sus muros y baluartes. La instalación de los depósitos de agua del municipio y las intervenciones llevadas a cabo durante la guerra civil española, destruyeron aún más el histórico recinto hasta que, finalmente, en el año 2005 el Ayuntamiento de la localidad impulsó su restauración. Se consolidaron las torres y murallas que aún se conservaban y se recuperaron los volúmenes de las que habían dejado de existir. Todo ello propició el que fuera reconocido en 2017 como mejor proyecto arquitectónico del año en la categoría Architecture+Preservation de los prestigiosos premios Architizer A+Awards y, sobre todo, permitió la puesta en valor de uno de los enclaves más relevantes de la historia de Baena.

Fachada principal del castillo de Baena situada en uno de los flancos de la plaza Palacio, antiguo albacar de la fortaleza.
Torres y portillo de la fortaleza baenense situados sobre la barbacana que recae a la calle Tela. En uno de estos baluartes estuvo situada la capilla renacentista del palacio de los duques.
Azulejo del siglo XVI conservado en el Instituto Valencia de don Juan. Procede del castillo de Baena y representa las armas utilizadas por los condes de Cabra tras la batalla de Lucena y captura de Boabdil.