Castillo de Baena

La arquitectura del castillo de Baena responde esencialmente a la necesidad defensiva de una población que, como cabeza de Cora o provincia musulmana en su origen, y como villa fronteriza con el reino de Granada durante varios siglos después, requería potentes baluartes que la hiciesen inexpugnable ante las incursiones del enemigo. 

La ya de por sí privilegiada orografía del cerro en cuya cúspide se asienta el barrio de la Almedina, con acusadas pendientes en varias de sus laderas y en su vertiente Sur, a modo de foso natural, el cauce del río Marbella, se vio favorecida a finales del siglo IX con la construcción de una gran alcazaba en la zona de peor defensa. Su acceso se llevaba a cabo por dos puertas, la del Campo (frente al edificio actual de la Escuela Taller) y la de la Placeta, que es la que se utiliza actualmente para la visita y presenta una portada barroca de la etapa en que la fortaleza se habilitó como palacio del Señor de la Villa. Una vez traspasada se encuentra un espacio rectangular que debió servir en su origen como cuerpo de guardia, en el que se encuentra el acceso moderno a la torre de las Arqueras y sobre uno de sus muros la reja del siglo XVI que cerraba al paso como primera defensa al antiguo foso, reconvertido más tarde en jardín, que existió hasta fechas recientes delante de la fachada principal del castillo y del que aún se observan restos en el muro meridional al pie de la torre mencionada.

La gran superficie interior que hoy aparece como patio, fue ocupada con anterioridad por las distintas dependencias que se dejan adivinar por los restos de sus cimentaciones, si bien serán las estructuras circulares que ocupan la mayoría del espacio, lo que en el momento actual llama más la atención. Se trata de los antiguos depósitos qua abastecieron de agua a Baena hasta finales del siglo XX. Junto a ellos, en el espacio que se muestra cubierto por losas de barro, se conserva el primitivo aljibe medieval de la fortaleza, sobre el que existió el patio de armas, porticado en las reformas que a partir del siglo XVI adaptaron el primitivo recinto militar como palacio. De este época es también el pavimento de guijarros con figuras geométricas que se observa en el primer tramo del patio y algunas de las gorroneras de piedra en las que encajaban las puertas que en su día cerraban el recinto.

A través del recorrido por la parte superior de los antiguos depósitos, pueden observarse en el lienzo Sur de muralla, los restos de antiguos túneles y, como elemento más destacado, un baluarte intermedio con una puerta en recodo de tradición almohade que comunica directamente con la barbacana sobre la que se alzan la torre de los Secretos, de tapial calicastrado con esquinas reforzadas de ladrillos y la que defendía la puerta del Campo en ese ángulo, realizada en sillarejo.

Tras la visita a la reconstruida torre de los Cascabeles, desde cuyo adarve se accede a otra torre de menor entidad en la esquina del que se conoció como Corralón de los Almendros (antigua barbacana del muro Norte), se continuará recorriendo el perímetro del conjunto donde se aprecia el pavimentado de guijarros correspondiente a las antiguas cuadras del castillo, un portillo que se abre al muro de la calle Tela y otras aperturas que comunicaban con dependencias anexas hoy desaparecidas. Finalmente, restos de basas de columnas, arcos y otros elementos arquitectónicos, nos llevan hasta una moderna escalera metálica de caracol desde la que se accede a la torre de las Trigueras (reconstruida en su mayor parte), los adarves del muro Norte, en los que se conserva el pavimento original y la zona superior del área de acceso, desde la que puede visitarse también la torre de las Arqueras que es la más notable del conjunto. Debió tratarse de la primitiva torre del Homenaje y en ella se custodiaron hasta el siglo XIX gran parte del archivo de la Casa de Baena. También aquí se conservaban hasta que desaparecieron por la acción del tiempo, las 21 banderas y el pendón real que fueron arrebatados a los nazaríes en la batalla del arroyo de Martín González en 1483. Esta torre, al igual que gran parte del histórico recinto, debió ser reconstruida casi en su totalidad por haberse expoliado sus materiales a principios del siglo XX para la construcción de una almazara y otros edificios de carácter agrícola.

Castillo de Baena. Torres y murallas lado Norte.

Castillo de Baena. Portada del siglo XVII.

Un lugar eficaz para la defensa

Del latín castellum (diminutivo de castrum), el castillo es un lugar fuerte, cercado de murallas, baluartes, fosos y otras fortificaciones, que se asentaba, generalmente, sobre una elevación del terreno que facilitaba el control de una vasta extensión del territorio. Desde la Edad Media, estos recintos fortificados se convirtieron en refugio seguro para habitantes de zonas fronterizas como Baena, tuvieron que hacer frente a las razias o incursiones enemigas que con poderosas máquinas de guerra intentaban batir sus murallas. Pero los castillos estaban preparados para ello y los bolardos o municiones pétreas de gran calibre lanzadas por los trabuquetes o fundíbulos, apenas conseguían dañar sus fuertes bastiones. Por el contrario, desde los baluartes defensivos estos ataques eran respondidos con una lluvia de saetas y proyectiles que impedían a las fuerzas hostiles acercarse al pie de sus murallas. 

Existe todo un conjunto de edificaciones militares como el alcázar, el fuerte que guardan analogías con el castillo, si bien sus elementos definitorios más comunes serian los siguientes:

  • La mota o montículo de tierra con una cima plana que, aunque a menudo era artificial, otras veces se incorporaba a una característica preexistente del paisaje.
  • El foso o zanja alrededor de la mota que podía estar seca o llenarse de agua. En el caso baenense se rodeó también de un grueso muro y una vez abandonadas sus funciones defensivas se convirtió en un pequeño jardín del que aun se aprecia restos al pie de la torre de las Arqueras.
  • La cerca o alta y gruesa muralla, generalmente transitable en su parte superior por el adarve, que disponía de torres intercaladas al objeto de ampliar los ángulos de tiro y defenderla mejor ante un ataque. Los lienzos de muralla solían estar rematados por almenas y era habitual también disponer de matacanes y garitas voladas para mejorar las condiciones de tiro sobre los asaltantes.
  • La barbacana o revellín, que así se llamaba la fortificación adicional en el lado más avanzado del foso. Solía proteger puertas o cualquier otro lugar que fuese punto débil y es fácilmente identificable en los flancos Norte y Noreste del castillo de Baena. 

  • El patio o plaza de armas, constituye un espacio central que en algunos casos recuerda los claustros monásticos. En torno al patio se distribuyen determinadas estancias de las que aún se observan cimentaciones en la fortaleza baenense. La entrada al castillo se produce a través del patio de armas; desde él se accede al resto de las dependencias como pasillos de acceso a las mazmorras o incluso a pasadizos secretos de huida, que suelen estar reservados al señor. Se utilizaba para la instrucción militar de la guarnición.

  • La cisterna o aljibe es el depósito para almacenar el agua casi siempre obtenida con aportaciones de acarreo; a veces el sistema permitía almacenar también el agua de lluvia. Generalmente estaba construido bajo tierra.
  • La torre del Homenaje era la más preeminente de todas, albergando las estancias principales y, en ocasiones, los almacenes de víveres. Se encuentra en la posición más abrigada en relación con un posible ataque exterior, de forma que si sucumbiese el resto de las defensas, esta torre proporcionase un último refugio.

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El castillo de Baena

Aunque los vestigios originales de la antigua alcazaba de Bayyena pueden pasar inadvertidos en la visita a la fortaleza, los detalles captados por la cámara nos permiten conocer aquello que la vista no alcanza. La vista aérea nos delimita claramente el antiguo albacar y la planta del castillo delimitada por las torres y cortinas de muralla.