En la zona más elevada del parque arqueológico de Torreparedones se encuentra este castillo medieval cuyos orígenes se remontan a mediados del siglo XIII, manteniendo población árabe y cristiana hasta el año 1386. Los últimos datos históricos indican que a mediados del siglo XV Luis Portocarrero, señor de Palma, lo toma en nombre de Enrique IV de Castilla, pasando a manos de este último formalmente en 1469.
Con planta cuadrangular, presenta muros de mampostería, realizados con piedras labradas dispuestas en hileras fundamentalmente a tizón. Las esquinas se refuerzan con torres cuadradas, en general macizas en su base y con cámaras abovedadas en su parte superior, siendo la del ángulo sureste la de mayores proporciones y la que se encuentra mejor conservada. Construida en la misma fábrica que el resto del castillo, presenta vanos en tres de sus caras y consta de dos cuerpos, si bien en este caso el inferior no es macizo, sino que se compone de dos estancias con restos de una bóveda baída encofrada de mortero como cubierta.
En el interior del recinto, se encuentra una cisterna realizada en opus caementicium, aprovechada de edificaciones anteriores, mientras que en el exterior aparece un refuerzo con una línea de muralla realizada en mampostería con piedras más o menos regulares unidas con mortero. Este espacio presenta las estructuras de diferentes edificaciones entre las que destaca la dedicada a molino de harina con su correspondiente horno de pan.
Tradicionalmente, esta antigua fortaleza fue objeto de leyendas que aseguraban la existencia de fabulosas riquezas escondidas entre sus muros, lo que propició el que fuesen horadados a lo largo del tiempo provocando el derrumbe de algunas de sus torres como puede apreciarse en la correspondiente al ángulo opuesto a la torre del Homenaje..
Vía Láctea desde el castillo de Castro el Viejo.
Imagen nocturna del castillo de Castro el Viejo.
La primera frontera con el reino nazarí de Granada se delimitó mediante el Pacto de Jaén que se firmó en 1246 entre el reyes Alhamar de Granada y Fernando III el Santo de Castilla, tras las extensas conquistas que el monarca cristiano llevó a cabo en el valle del Guadalquivir y las campiñas de Sevilla y Córdoba. Será en este momento cuando se edifique el castillo de Castro el Viejo como defensa estratégica entre las poblaciones de Bujalance, Cañete de las Torres, Castro del Río y Baena. Sin embargo, la frontera se modificaría durante los reinados de Sancho IV, Fernando IV y Alfonso XI, siendo a la muerte de este último, en 1350, cuando una nueva fijación geográfica deje a la línea de fortificaciones de la Campiña en un segundo plano estratégico y se establece una nueva línea fronteriza que, en líneas generales, habrá de mantenerse hasta el inicio de la Guerra de Granada en las postrimerías del siglo XV.
Durante su existencia, la frontera tuvo una gran importancia territorial, política, económica, religiosa y cultural. Más allá de su papel divisorio entre un reino y otros, durante más de dos siglos marcó el límite europeo entre el cristianismo y el Islam. Fue, por tanto, un lugar de intercambio que posibilitó actividades económicas lícitas e ilícitas, como el comercio con productos orientales o como las incursiones militares, destinadas a la mera consecución de un botín y al cautiverio de rehenes con los que mantener el negocio esclavista o, simplemente, negociar la redención de cautivos donde órdenes religiosas como los mercedarios, tuvieron un papel esencial.
El castillo de Castro el Viejo o Torres de las Vírgenes, como tradicionalmente se ha conocido a este enclave en Baena, protegió a la población medieval de igual nombre y formó parte de la defensa fronteriza con el reino nazarí de Granada desde mediados del siglo XIII hasta la mitad de la siguiente centuria.