El castillo de Baena te trasladará a una época de traiciones y batallas, de amoríos imposibles y singulares hazañas. Su historia sigue oculta entre los restos de su glorioso pasado, esperando la llegada de quien desee encontrarla.
En el corazón de la provincia de Córdoba, la villa de Baena se alza como testigo de siglos de historia, donde las huellas de un pasado árabe, medieval y renacentista se entrelazan en su majestuoso castillo. Este recinto fortificado, con origen en el siglo IX, no solo define el paisaje de la ciudad, sino que relata episodios fascinantes de la Península Ibérica. Hoy, recorrer sus muros y patios es viajar a través del tiempo y sumergirse en las intrigas y esplendores de épocas pasadas.
La historia de Baena comienza en un hisn árabe conocido como Bayyana, una fortificación estratégica mencionada por primera vez en el contexto de la rebelión muladí de Umar ibn Hafsun. En el año 890 d.C., el emir Abd Allah instaló un cuerpo de caballería en su alcazaba, transformando Bayyana en una medina floreciente y desplazando la capital de la cora de Cabra a este enclave. Durante el periodo califal, Baena experimentó un próspero desarrollo, aunque los saqueos beréberes tras la caída del Califato interrumpieron su apogeo.
El paso de los almohades y almorávides dejó su huella en Baena, tanto en sus batallas como en su arquitectura. La arqueología ha sacado a la luz vestigios constructivos de esta época, evocando los enfrentamientos de 1165 junto al río Marbella. Estos muros, que hoy contemplan el horizonte, fueron testigos de siglos de cambios, adaptándose a las necesidades y estilos de cada nuevo ocupante.
En 1241, Baena pasó a manos cristianas sin apenas resistencia, marcando el inicio de una nueva etapa. Durante el siglo XIV, en medio de conflictos continuos, el recinto fortificado fue reconstruido para garantizar la seguridad. Pero no fue hasta el siglo XVI cuando el castillo comenzó a transformarse en un palacio renacentista bajo la mano del III Conde de Cabra, Diego Fernández de Córdoba.
Este proceso de renovación incluyó la apertura de vanos y puertas en los hasta entonces impenetrables muros, así como la construcción de patios porticados y estancias domésticas que conjugaban la funcionalidad militar con la elegancia de la nobleza.
El castillo no solo fue una residencia nobiliaria, sino también un lugar de hospitalidad para figuras ilustres. En sus estancias se alojaron personajes como Enrique IV, Isabel la Católica y el Rey Católico, quienes encontraron en Baena un refugio durante los tiempos convulsos de la guerra de Granada. Incluso el Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, vivió aquí como prisionero en 1473, añadiendo una nota de dramatismo a su historia.
El esplendor del castillo alcanzó su culmen en el siglo XVI, cuando Felipe II convirtió el estado de Baena en ducado. Esta transición marcó un punto culminante en la evolución de la fortaleza, consolidándola como un símbolo de poder y prestigio.
Caminar por el castillo de Baena es explorar un lugar donde las piedras cuentan historias de resistencia, transformación y grandeza. Desde las robustas murallas árabes hasta los elegantes patios renacentistas, este enclave invita a los amantes de la historia, la arquitectura y la cultura a redescubrir los secretos de una villa que nunca dejó de reinventarse.
Baena no solo es una parada imprescindible para los curiosos del pasado, sino también una invitación a contemplar cómo el tiempo y las civilizaciones han esculpido un lugar donde la memoria se funde con la belleza.
Las visitas a este castillo se pueden realizar por las mañanas de martes a domingo y festivos 10:00 a 14:00 y las tardes de jueves a sábado de 16:30 a 18:30.